viernes, 8 de octubre de 2010

Creo ver el mar

Sentado en su orilla crees que te mece y te acaricia con su leve brisa, y hasta te alcanza una sonrisa de vez en cuando. Taladrándote su perfume marino en la memoria recordante todo aquello que has querido ser, y desde luego te aseguro que lo consigue. Confuso por el entusiasmo que lleva esta situación te animas a entrar en lo que más tarde se convertirá en una cárcel de cristal salino. Animado por ver el mar desde su interior, sentirte en concordancia con la natura, ser uno más de todo lo que admiras. Pero sin darte cuenta pasas de la tranquilidad y la quietud, de la serenidad y paz, sin darte cuenta, a la locura de la agitación y la pérdida de control. Intentas remontar pero tus esfuerzos son vanos la tormenta te ha cogido desprevenido y lo que era un paraje idílico se ha transformado en tu peor pesadilla. Por más que tratas de luchar no puedes, poco a poco tus fuerzas desvanecen y al final acabas dándolo todo por perdido porque ves que es inútil luchar contra lo que no se puede. Rendición acaba siendo el fin. Y mientras te hundes en el agua ves como se ha transformado toda la belleza que te hacia perder el sentido, en algo totalmente desterrador y salvaje. Ves como te desvenaces en el olvido de este mar y es ahí cuando te das cuenta de que todo lo que el mar te susurraba eran solo mentiras para llevarte donde el quería y realmente te das cuenta de que solo quería jugar contigo, de que eras tan solo un títere al que manejar a su antojo hasta que se ha cansado. Pero aunque nos cuesta la vida al menos nos hemos dado cuenta de la realidad.

Alejandro Guillén Guillén

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